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albabolsamartin

Aeropuertos


Me gusta sentarme a observar en los aeropuertos e imaginar las historias que ocultan los abrazos desesperados, que gritan “por favor no te vayas de mi lado”; las sonrisas tirantes que intentan sostener las dudas que se desbocan por la comisura de los labios y las lágrimas suicidas que se precipitan a través de las pupilas…

Por ejemplo, esa pareja de allí, la de la esquina. Llevan dos horas parados, ella mira a través de la cristalera como los aviones vienen y van y él, la observa a ella, tiene las retinas fijas en su rostro, contándole las pecas. 

De pronto ella, agarra su maleta y le lanza una mirada, así, a quema ropa, batiendo las pestañas y no las mariposas. Supongo que lleva dos horas juntando los pedazos necesarios en su garganta para una despedida. De sus ojos se lanzan los recuerdos, los más kamikazes, que él recoge con el fin de salvarlos… 

-¿El amor se acaba?- pregunta en un susurro. 

Ella sonríe haciendo una galaxia de sus pecas

-El mar no separa sentimientos, son las personas quienes los ahogan- responde.

Supongo que las despedidas son eso, unas cuantas esperanzas hechas alas que esperas que recuerden el camino de vuelta a casa.

En la otra punta hay un hombre de pelo blanco y camisa metida por dentro. Tiene los ojos hechos cristaleras y sostiene un ramo de rosas, de esas que están repletas de espinas. Supongo que las prefiere a los pétalos porque son las que se quedan cuando acampa el invierno… Le tiemblan las manos y las flores bailan expectantes.

Se abre una compuerta y empieza a salir gente. Una marabunta de personas que arrastran recuerdos y tienen la mirada perdida, alzando la cabeza en busca de cada corazón que les espera. 

Podría describir la fracción de segundo exacta en la que sus miradas se encontraron.

Ella, una mujer de más o menos su edad abrió los ojos como quien abre una ventana: de par en par.

Él, aún con las rosas, abrió los brazos como quien abre una puerta: invitando a entrar. 

Podría asegurar que, en esa fracción de segundo se miraron como se miran a las cosas que valen la pena.

Me gusta sentarme a observar en los aeropuertos. Hay unas cuentas despedidas y otras muchas bienvenidas, como en la vida.



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